Tener una mamá enojona puede parecer pesado cuando eres joven, pero con el tiempo descubres que es lo mejor que te pudo pasar.
Esa mamá que te regaña porque no hiciste la tarea, que te levanta temprano aunque odies ir a la escuela, que pone límites cuando todos los demás padres parecen ser permisivos, en realidad está forjando tu carácter.
La mamá enojona no es mala, es protectora. Ella no se cansa de repetir lo mismo porque quiere que aprendas, no se rinde aunque tú hagas berrinches, no baja la voz cuando sabe que lo que te dice es lo correcto. Su enojo no es odio, es amor disfrazado de dureza.
Con una mamá enojona aprendes disciplina, responsabilidad y respeto. Entiendes que la vida no siempre es suave, que afuera hay reglas más duras que las de casa y que solo quien se prepara puede enfrentarlas. Esa mamá que parecía exagerada, con los años se convierte en la voz de tu conciencia, en la fuerza que te sostiene y en el ejemplo que te guía.
Porque detrás de cada regaño había una razón, detrás de cada límite había un cuidado, y detrás de cada enojo… había un amor inmenso que solo una madre puede dar.
Con información de Psicología y Bienestar Emocional.
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