Por: Ana Patricia Muñoz, Directora Ejecutiva de International Budget Partnership

Cada año se destinan billones de dólares a financiar la acción climática. Sin embargo, solo una pequeña parte se dirige al sector del agua y el saneamiento. Un informe de WaterAid de 2020 reveló que el sector del agua representó apenas el 3% del total de la financiación climática mundial. Incluso cuando se asignan los fondos, uno de nuestros informes sobre el gasto gubernamental en 13 países encontró que el agua y el saneamiento figuran entre los sectores con mayores tasas de subejecución presupuestaria, ya que las prioridades cambian cuando los presupuestos se ejecutan.

Ignorar el agua y el saneamiento en la agenda climática no es sólo un fallo administrativo, es una decisión que pone vidas en riesgo. Los sistemas hídricos resilientes protegen a las comunidades frente a sequías y olas de calor. Un saneamiento seguro evita la contaminación de fuentes de aguas ya sometidas a estrés, reduce las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de residuos no tratados e incluso puede generar energía renovable mediante la recuperación de biogás. Pocas intervenciones son más rentables para fortalecer la resiliencia y proteger vidas.

Para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible en materia de acceso universal al agua y saneamiento seguro, el Banco Mundial estima que existe un déficit financiero anual de entre 131.4 y 140.8 mil millones de dólares. Puede parecer una cifra abrumadora, pero desglosada equivale a menos de lo que el mundo gasta cada año en agua embotellada. El verdadero costo proviene de ignorar el problema: las enfermedades prevenibles, los repetidos fallos repetidos en la infraestructura y las oportunidades económicas perdidas que afectan tanto a las comunidades como a los gobiernos. 

Se requieren inversiones estratégicas, mecanismos de financiamiento innovadores y acciones específicas para garantizar que las comunidades más afectadas no se queden atrás. También debe existir una rendición de cuentas pública sobre la forma en que se gestionan los fondos, a fin de garantizar que estos se utilicen y se traduzcan en la prestación de servicios tangibles para las comunidades.

El costo de la indiferencia

Hoy, una de cada cuatro personas no tiene acceso a agua potable segura y casi la mitad de la humanidad carece de un saneamiento adecuado. Con demasiada frecuencia, los recursos no llegan a quienes más los necesitan. Los niños asisten a escuelas sin baños sanitarios, los pacientes acuden a centros de salud sin agua limpia, y las mujeres cargan con el peso de acarrear agua. Mientras tanto, los subsidios y las inversiones continúan fluyendo principalmente hacia las regiones más ricas.

Los sistemas de agua y saneamiento deficientes se ven aún más presionados por la crisis climática. Los desastres relacionados con la lluvia destruyen infraestructuras frágiles, saturan los hospitales y paralizan comunidades enteras. La negligencia y falta de inversión provocan un rápido deterioro de los sistemas que se colapsan, se reparan y vuelven a colapsar, generando un ciclo costoso e injusto. Este mismo patrón se repite tanto en países de ingresos altos como en los de ingresos medios y bajos, mientras el agua y el saneamiento no ocupen un lugar central de la financiación climática, la crisis continuará agravándose.

Promover una financiación más responsable

Más del 90% del financiamiento para agua y saneamiento proviene del sector público. El primer paso es sacar el máximo partido a cada dólar: reducir las pérdidas de agua, mejorar la eficiencia energética y destinar los subsidios de manera equitativa puede liberar miles de millones que hoy se desperdician. Al mismo tiempo, los países deben reforzar los recursos nacionales, fondos climáticos, financiación privada y de otro tipo.

Pero la verdadera cuestión no es sólo cuánto dinero se moviliza, sino cómo se gestiona. Una financiación opaca, fragmentada o sin supervisión pública rara vez llega a las comunidades más afectadas. Los presupuestos transparentes, datos accesibles y la participación significativa de la ciudadanía y sociedad civil en la planificación y el monitoreo son esenciales para garantizar que los recursos respondan a las necesidades reales, estén alineados con las prioridades nacionales y generen valor público.

Acceder al financiamiento climático requiere proyectos sólidos con vínculos climáticos claros; por ejemplo, que muestren cómo los servicios fortalecen la resiliencia ante sequías o inundaciones, reducen las emisiones o recuperan recursos. Sin embargo, los fondos climáticos sólo pueden tener impacto si los ciudadanos pueden rastrear a dónde va el dinero y exigir cuentas a los gobiernos y proveedores de servicios.

Las comunidades pueden y deben ser parte de la solución. En Senegal e Indonesia, por ejemplo, estamos trabajando con los residentes de asentamientos informales y zonas costeras para recopilar y estandarizar datos sobre las necesidades de agua, saneamiento y manejo de inundaciones, información que hoy sirven de base para la financiación y planificación gubernamental de estos servicios. De manera similar, en Sudáfrica, nuestras auditorías sociales de los servicios de agua y saneamiento identificaron inversiones insuficientes en la reparación y mantenimiento de infraestructura en asentamientos informales, lo que provocaba fallas recurrentes del servicio que sólo empeoraba con las crisis y tensiones climáticas. Estos esfuerzos han dado lugar a cambios en las políticas de contratación pública municipal, de modo que los contratistas de agua y saneamiento integren mejor el mantenimiento en sus tareas, fortaleciendo así la resiliencia comunitaria.

Convertir los compromisos en resultados

La Reunión de Ministros del Sector de 2025 en Madrid, seguida por la COP30 en Brasil, representa una oportunidad para situar el agua y el saneamiento en el centro de las inversiones climáticas. Estos espacios globales no deben limitarse a garantizar nuevos recursos, sino también a transformar la manera en que se gestionan dichos recursos.

Al incorporar el agua y saneamiento en los presupuestos nacionales y subnacionales, vincular los proyectos con la resiliencia climática y garantizar que la ciudadanía pueda influir en las decisiones y la ejecución presupuestal, los gobiernos pueden asegurar que la financiación climática se destine a donde más se necesita. Las comunidades locales, la sociedad civil y las instituciones de supervisión tienen un papel vital en monitorear estos flujos y exigir a los líderes el cumplimiento de sus compromisos.

Juntos, estos aliados por la rendición de cuentas pueden garantizar que las inversiones en agua y saneamiento cumplan su promesa de fortalecer la resiliencia climática, estabilidad económica, el bienestar y la dignidad de todas las personas.

 

Acerca de SWA

Durante 15 años, la alianza Saneamiento y Agua para Todos, auspiciada por UNICEF, ha generado una mayor atención política y ha impulsado una nueva forma de trabajar en colaboración para hacer realidad los derechos humanos al agua y al saneamiento en todo el mundo. Al trabajar con las más altas esferas de gobierno, la alianza se destaca por reunir a las personas adecuadas para impulsar el progreso global. Más de 500 socios —entre ellos Estados Miembros de la ONU, agencias de la ONU, donantes, organizaciones no gubernamentales, instituciones de investigación, el sector privado, servicios públicos y organismos reguladores— colaboran para transformar sociedades y economías al priorizar y desarrollar inversiones a largo plazo en estos derechos humanos fundamentales que sustentan el éxito y el progreso.