Isabel Allende, la autora chilena, a sus 83 años, presenta su más reciente novela, ‘Mi nombre es Emilia del Valle’. Es la historia de una veinteañera nacida en San Francisco, Estados Unidos, escritora y periodista, que llega a Chile a trabajar de reportera en medio de la Guerra Civil de 1891 y, de paso, descubre su identidad: su padre era chileno.

A la protagonista de esta novela, Chile la atrapa. A Isabel Allende, también, aunque no viva en su país desde 1973, tras el Golpe de Estado de Augusto Pinochet.

En la novela, Emilia del Valle habla del concepto de “mujer buena”, ante el que ella se rebela, en el siglo XIX. Hoy, en 2025, la escritora más leída en lengua castellana de la actualidad, opina:

«Ser una mujer buena” y una “mujer mala”:  «Eso ya no se usa para nada. Todas somos un poco malas y un poco buenas. Mientras más malas mejor, porque lo pasamos mejor. La gente buena lo pasa pésimo. Y sobre todo las mujeres. En la generación mía, cuando yo era joven, ser buena era ser mamá, ser fiel. ¡Qué lata ser fiel! Era ser abnegada, trabajadora, paciente. Y las que lo pasaban bien eran las otras, las que no tenían ninguna de esas cualidades. Yo estaba siempre flotando entremedio, con unas ganas tremendas de ser mala pero, en el fondo, buena mamá, esposa, buena hija»

Ahora que tengo la edad que tengo -83 años, orgullosa de tenerlos-, hay una gran libertad. Lo que viene con la edad es la libertad. Pero es una libertad que va mucho más allá de lo que tú quieres hacer, porque ya lo que quieres hacer no es tanto. Es la libertad interior de aceptarte, de no cargar con lastres, de ir dejando todo por el camino. Y eso es maravilloso.

Respecto al deseo dice que es un motor literario, porque el deseo en la vida real es relativo. «Yo me enamoro y me enamoro largo. Y en las relaciones muy largas, el deseo se va matizando. Me preguntan mucho sobre este asunto a esta edad, porque se supone que la gente vieja no tiene sexo, no tiene deseo sexual. Y eso no es así, depende mucho de la salud y de la relación que tienes con la otra persona. No se puede generaliza.

Ella es una mujer que está acompañada, pero muchas mujeres mayores están solas, a lo que espontáneamente expresa. «Y felices. Porque para tener que cuidar otra próstata, mejor estar sola. Pero yo he vivido cada etapa de mi vida con pasión, con interés por lo que me está pasando y por lo que le está pasando a mi generación.

 Los desafíos de las mujeres ahora están en «tener mucho cuidado, porque las religiones son todas patriarcales y todas quieren a las mujeres en una posición sometida. Es muy fácil perder los derechos que uno puede haber adquirido a través de años de lucha -de las abuelas, las madres- para poder llegar a tener lo que tenemos, que no es todavía el fin del patriarcado. Seguimos viviendo en un patriarcado. Pero podemos perder lo que tenemos.

Explica que estamos en un momento de riesgo. Hay una vuelta a la extrema derecha, al fascismo también, que pone a la mujer en un papel sometido, que quiere a la mujer en la casa. Se está hablando mucho de la mujer tradicional. En Estados Unidos, con el asesinato de Charlie Kirk, hubo una ceremonia en un estadio, donde estaba combinada la política con la religión. Y la gente de rodillas en el suelo con los brazos levantados, comparando a Charlie con un profeta, con un mártir, con Cristo. Además en Estados Unidos se perdió el derecho al aborto, que era un derecho federal. Ahora depende del Estado y están tratando de suprimir los anticonceptivos. Se trata de que la mujer esté embarazada, ignorante y en su casa en lo posible.

 

Con información de EL PAÍS